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Inteligencia Artificial: mitos, riesgos y realidades

En el marco de los impactos poco visibles de la Inteligencia Artificial (IA) en el trabajo, los territorios y la naturaleza, se desarrolló el desayuno de trabajo “Inteligencia Artificial: mitos, riesgos y realidades”, con la participación de periodistas y comunicadores interesados en ir más allá del discurso tecnológico dominante.

La presentación del encuentro estuvo a cargo de Gissela Dávila, directora general del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL), quien dio la bienvenida destacando la importancia de conocer y utilizar la IA de manera ética, como una herramienta que fortalezca el periodismo y la comunicación. Además, subrayó que en el ejercicio profesional es fundamental comprender qué es la inteligencia artificial, sus impactos y las oportunidades que ofrece.

Por su parte, Cecilia Chérrez, del Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo (IEETM), enfatizó la necesidad de generar diálogos ecologistas en torno a la IA, considerando el desbalance entre su promoción global y la limitada presencia de voces críticas provenientes de la academia y la sociedad civil. También remarcó la importancia de aprender a usar estas tecnologías de forma consciente, reconociendo el trabajo humano que las sostiene.

Larry Lohmann, de The Corner House, sostuvo que la inteligencia artificial no es más que una red de centros de datos industriales que dependen del trabajo de cientos de personas encargadas de recolectar y alimentar información para los sistemas automatizados. Desde su perspectiva, la IA no reemplaza el trabajo humano, sino que lo intensifica, generando mayores beneficios exclusivamente para los propietarios de estas tecnologías. Además, advirtió que muchas de las personas que hoy sostienen estos sistemas lo hacen en condiciones laborales precarias y de explotación, mientras la tecnología sigue respondiendo a los intereses de las grandes corporaciones.

Sofía Scasserra, del Transnational Institute (TNI), propuso comprender la IA como una disputa política. Cuestionó la narrativa que plantea a la IA como el fin del trabajo, recordando que las tecnologías no han eliminado el empleo, y que los derechos laborales han sido el resultado de luchas sociales, no de innovaciones tecnológicas. Señaló que el problema no es la IA en sí, sino los objetivos políticos con los que ha sido desarrollada. Alertó sobre el alto costo ambiental de su implementación y subrayó la necesidad de proteger los datos de los trabajadores, garantizar la soberanía del tiempo, el derecho a la desconexión y fomentar el alfabetismo digital aumentado. Concluyó que es posible orientar la IA en beneficio de los trabajadores, siempre que exista una intervención humana crítica y consciente.

Natalia Greene, de CEDENMA, se refirió al acuerdo firmado entre Ecuador y Google, mediante el cual se ha facilitado la transferencia de grandes volúmenes de datos. Explicó que, aunque la IA se percibe como algo intangible, depende de una infraestructura física con impactos reales en lo ambiental, social y geopolítico. Dicha infraestructura incluye servidores que requieren minerales como litio, cobalto o cobre, y cuyos centros de datos consumen aproximadamente el 3 % de la electricidad mundial. Además, destacó que la huella hídrica de la IA es significativa: generar una sola imagen puede requerir hasta cinco litros de agua para enfriar los servidores.

En relación con ese mismo acuerdo, firmado en enero de 2025 y con vigencia hasta 2030, Vladimir Sierra, de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), señaló que ha sido promocionado como una oportunidad para mejorar las estrategias en educación, seguridad y gestión territorial. No obstante, advirtió sobre los riesgos que implica: dependencia tecnológica y pérdida de soberanía de datos; ampliación de la brecha digital; limitaciones en el acceso; vulnerabilidades en ciberseguridad; costos a largo plazo; impacto en el empleo local y el desarrollo de talento humano; desafíos éticos asociados a la IA y repercusiones geopolíticas.

El evento fue organizado por Acción Ecológica, el Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo, la Universidad Politécnica Salesiana y CIESPAL, con el respaldo de Misereor.